Para S y P (y también para M)
Ser mamá hoy no es lo mismo que hace veinte, cincuenta o cien años en muchos sentidos. La figura materna se ha ido transformando junto con el entendimiento y vivencia de ser mujer. Para empezar, en la actualidad ya no se considera la maternidad como nuestra única posibilidad de desarrollo, plenitud y sentido de vida como mujeres.
Sin embargo, este texto es para las que sí decidimos y buscamos ser madres como opción de vida. Para las que tal vez no lo buscaron, pero aceptan y abrazan la maternidad con todo su ser cuando descubren que están embarazadas. Y, por supuesto, para las mamás de corazón: las que eligen adoptar y de esa manera viven la experiencia tan profundamente como cualquier mamá biológica. En todos estos casos, la maternidad es una experiencia vital y un reto que no tiene una forma única, así como no hay una sola manera de ser mujer: cada una vamos construyendo nuestro propio camino.
En mi caso, ser mamá cambió mi vida de todas las maneras posibles. Mis hijos fueron deseados, buscados y amados desde su concepción. La maternidad, en mi caso, fue un regalo que agradezco. Aquí va mi frase más mamá, inevitable: cuando los veo, siento que son lo mejor que le he podido dar al mundo. He crecido junto con ellos, los he descubierto, me he descubierto en ellos y en el proceso de ser su mamá. He aprendido el verdadero significado del amor incondicional. Me hacen divertirme, bailar, cantar (hasta creían que yo cantaba bonito), aprender, cuestionar, confiar, entregarme y amar. No ha habido un instante en que me haya arrepentido de haberlos tenido, porque vivir la experiencia de la maternidad me ha permitido experimentar de primera mano el milagro secreto, íntimo, de la vida. Al ser mamás, nos convertimos en partícipes del prodigio.
Pero la maternidad no es un mundo rosa, sino una montaña rusa llena de momentos luminosos y otros no tanto. Igual que la vida misma. Podemos experimentar el terror más absoluto cuando nos encontramos ante la fragilidad y necesidad de un recién nacido, pero también, y al mismo tiempo, el amor más profundo y gratuito que podemos entregarle a alguien.
No existen las mamás perfectas ni las mamás de revista. Y esa imagen a veces se convierte en una carga innecesaria. Las mamás nos equivocamos, nos frustramos, nos enojamos, explotamos en más de algún momento. Muchas veces he sentido que no soy la mamá que “debería” ser, pero, cuando eso pasa, me permito descubrir y redescubrir que soy la mejor mamá que he podido ser, y me entrego a la apuesta amorosa que me lleva a buscar corregir, disculparme, crecer y transformarme para ellos y para mí.
Y al final, sin tonos rosas y sin fotos de portada, con claroscuros y subidas y bajadas, la maternidad es un viaje, una aventura, un bosque mágico, un cielo estrellado, una tormenta en la playa, un atardecer lleno de colores, una noche de luciérnagas y cantos de ranas, un columpio y el viento en la cara. Una danza. Magia. Vida.
En Sopa de Piedra, celebramos a la mujer plena que se entrega a la aventura de la maternidad y acepta todos los retos que ésta implica, desde el amor. ¡Feliz día de la madre, una flor para todas ustedes!
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